El terror se ha desvanecido
la muerte cayó en sus propios ganchos
el espanto y el frío llegaron a su fin
Ahora las ventanas y directas puertas
alardean sus cristales resplandecientes
y llaman al son de la marcha ya anunciada.
Me senté y me levanté para esperar
me hice agua y sal. Fui la noche.
Sangre había por todas partes, sangre
sangre y tripas, las vísceras mías, más sangre.
Ahora las ventanas y directas puertas
alardean sus cristales resplandecientes
y llaman al son de la marcha ya anunciada.
Vivo con la boca abierta atascada de profecías
y estas mansas costumbres envueltas de luz
soy un poco de la muerte que padecí
y también la promesa asumida
llorada y hecha.
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