Torpe madurez,
el control fue tuyo
como la claridad apenas de
la luz que hablaba en lo bajo
o como la cocina abierta y
las ventanas ciegas.
Hábiles esos ojos tuyos
para derrotar mi posición,
tirarla sobre el tablero
y que vaya derramándose hasta
las sillas y de ellas al piso.
El suéter verde
tu cuerpo en alto
un tapiz perfecto que
detrás de mí pensaba a gritos
y yo oía sus pensamientos.
Madrid
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