domingo, 4 de mayo de 2008

y no termina nunca...

Impresionante ruido al
quebrarse, el estruendo
se oyó en toda la casa
y por la ciudad se paseó.

Elegía de un paraíso,
una mierda de
efectos encontrados,
todos los laberintos todos,
los de Borges y los de otros
liándome la cabeza.

Tengo un dolor tan grande
y otro tan pequeño
infinitamente perseverantes,
definitivos.
Madrid.

Vos en las palabras

Siempre vos en las palabras
no importa de qué forma las acomode
ni cuanto haga para modificarlas
mi libro no se maravilla ni se espanta
de encontrarte
sea con el poder de un conquistador
o vencido y casi muerto
como te supe yo.

Remediaré con palabras, el dolor
menopausico y febril
que ficticiamente como caballo
en vez de dejarse montar,
es él sobre mí.

Tantas palabras entendiéndote
abarajando los reveses de tus guaridas.

¿Te acordás cuando te conté de las máscaras?
De lo que estas hacían
de lo que estas pueden hacer
de que si las ajustás, sangran y flojas, caen.

Esas máscaras mis palabras,
y no importa cuanto las modifique ya
son tan infinitas, que garabateando
en este circulo perverso
sólo dan vueltas en el mismo eterno dedo.



Madrid.

Argumentando de vos

Te sobreviví,
te enumeré.

No hay que,
no hay quien
no podrán modificarme.
Ni que.
Ni quien me convenza,
no me pacificarán.

El magnifico
masticó mis entrañas,
la voz deseada, la lectura
y mis mansas costumbres.

Me quedé contigo
de tu mano y en tus artes
divino accidente fui
en tu apaciguada exactitud
buscada en la avenida grande.

Quien repetirá
misteriosamente cada alucinación
atada a mi cabeza?
Y si sucede la luz en la noche?
Y si veo otra vez el amor?

Madrid.