lunes, 24 de septiembre de 2007

A cinco horas de la ciudad


Ambiciona la mar
ser una fabula eterna
una eterna continuidad
entre los libros de algunos
y los versos de otros.

Ruge feroz
y apacigua la soledad
de un invierno íntimo y
perseverante
que me cruza la esperanza,
las lecturas,
la precisión de la poética
que no tengo y jamás creo dominar.

Las dunas oscurecidas
a nadie llaman
y cortan dentro de tanta sequía
cualquier cosa que viva.

Yo miro la parodia de
estas amenazadas aguas
como se van haciendo vulnerables a
la penita del adoquín
que al pie resbala a cuatrocientos
pasos y cinco horas de la ciudad.

Madrid.



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